Cuando era pequeña, cuando estaba triste, una golosina me hacía olvidarlo todo. Me sacaba una sonrisa. Las lágrimas cesaban. Era feliz. Algo tan simple como eso me hacía ver el mundo brillar, me hacía creer que todo tenía arreglo. Un sueño de caramelo. Eso, cuando era pequeña.
Muchas esperanzas, pero ningún hecho. Mentiras crueles, solo para tu propio bien. Egoísta. Te odio.
Intento olvidarte, pero no puedo. El dolor me desgarra por dentro. Ya nada tiene solución.
¿Cómo pude creerte? Tal vez, en el fondo, sigo siendo esa niña. Aquella que se conforma con cualquier cosa que le digas, cualquier golosina que le des, y olvida todo el daño que ha sufrido.
Pero, ¿sabes que? Me he dado cuanta de cómo eres. Tus regalos ya no me encandilan, he abierto los ojos. He crecido.
Por lo menos, todo esto me ha servido para algo; para madurar.
Porque, como dicen; A nadie le amarga un dulce, ¿No?
No hay comentarios:
Publicar un comentario